Historia

Emir Fakhreddin II, prócer de la independencia libanesa.

Fakhreddin II.

Las fronteras que delimitan el Líbano, la identidad libanesa apalancada en su diversidad étnica y religiosa, la idiosincrasia y las manifestaciones culturales, quedaron atestiguadas por el paso del Emir Fakhreddin II hace más de cuatro siglos, el Emir, luchó por un Líbano unido, libre e independiente, su legado histórico es la mayor prueba de que el Líbano, como lo conocemos hoy, ha sido, no solo en su esencia, el mismo de siempre.

El emir Fakhreddin II, en el 1590, apenas contaba con 20 años de edad, profesante de la religión Druza (Ahl al-Tawhid), fue nombrado príncipe del emirato (principado o estado) Monte Líbano (con este término se le denominaba al Líbano), a fin de resguardar los intereses y recaudar los impuestos para el imperio Otomano bajo el sultán Murad III, imperio que desde el año 1516 fue conquistando paulatinamente al Medio Oriente, partes del norte de África y sureste europeo, formando así un vasto imperio, que duró hasta la culminación de la primera guerra mundial (1918).

El emir al ser un nacionalista, amante de la libertad y defensor de su cultura e identidad, aprovechó el nombramiento y las ventajas que le otorgaba dicho cargo, para de inmediato iniciar un plan secreto a fin de recuperar todos los distritos que le fueron separados arbitrariamente al Líbano, y finalmente declarar la independencia completa del país bajo un gobierno libanés, formado por libaneses, para libaneses y sin intervención extranjera de ningún tipo, por supuesto, era una empresa difícil de materializar, pero esos eran los objetivos.

En un principio, los planes marchaban a la perfección, el emir logró simpatizar con su pueblo, y además con los pueblos vecinos, la capacidad para gobernar y sus destrezas gerenciales, se sintieron al poco tiempo de ejercido el cargo, la seguridad, el progreso económico y social eran las cualidades de vida en el país, tanto así que hasta el presente aún se repite el siguiente dicho popular: “Bienaventurado es, quien tenga un hogar en Monte Líbano”, haciendo alusión a los que vivieron en aquellos tiempos del emir Fakhreddin II, puesto que, tiempos de tanto progreso y estabilidad, no volvieron a vivir los libaneses. 

Para el año 1613, el sultán Otomano Ahmed I, se percató que los planes del emir Libanés  eran mucho mayores que simplemente recaudar los impuestos, por lo que procedió a enviar un ejército de 45.000 hombres y más de 30 barcos de Guerra a fin de neutralizar el avance de Fakhreddin.

Sultán Ahmed I

El emir logró reclutar a más de 100.000 hombres, de diferentes religiones y provenientes de distintos estratos sociales, todos bajo su mando, a pesar de pertenecer el mismo a una minoría, esto no importó en absoluto, demostrando así que la identidad libanesa cuando realmente lo amerita, pesa más que las divisiones étnico-religiosas que conformaban y conforman aún hoy día, el tejido social complejo del Líbano.

La estrategia principal era tener una fuerza tal, que el imperio otomano no buscara la confrontación en el campo de batalla, su razón primordial era evitar la destrucción del país y con ello dilapidar todo el progreso y bienestar logrado, por ende, la única opción era persuadir y disuadir para así lograr llevar a las autoridades turcas a una mesa de negociación para exigir demandas según los objetivos trazados, el emir no contaba con que el imperio poco le importaba sacrificar soldados incluso en batallas perdidas, puesto que la mayoría de los soldados que enviaban a los diferentes frentes de guerra en los cuales estaba envuelto el imperio otomano, no eran ciudadanos turcos, sino ciudadanos forzados a alistarse en el ejército imperial provenientes de otros lugres de Medio Oriente, del norte de África y del Este de Europa, lugares que el imperio había invadido o estaba en el proceso, la estrategia era jamás rendirse aunque pierdan hasta el último hombre, y reducir el número de hombres jóvenes que pudieran luchar en contra del imperio en sus países.

En vista de las circunstancias desfavorables, y a pesar de tener claras ventajas que le otorgarían la victoria, el emir desiste, priorizando salvaguardar la vida de sus hombres y de los civiles que quedarían en medio de la confrontación y evitar una guerra que destruiría buena parte del Líbano, decide marcharse junto a su familia en un asilo voluntario a Italia esperando mejores condiciones, asilo que duró cinco años, hasta que el sultanato cambió.

Sultán Murad III

A su regreso de Europa y aprovechando el cambio de poder, el emir de inmediato recupera  su popularidad y emprende la gran “revancha”, la primera acción fue en contra los “Sífa”, los príncipes de Akkar (extremo norte del Líbano, fronteriza con Siria), distrito  separado por el imperio a la fuerza del Monte Líbano, que aprovechando la ausencia del emir, y apostando a que nunca regresaría, asaltaron y saquearon partes del  Monte Libano.

Llegado el día de la batalla, fue tan rápida y fulminante, que apenas se le pudo denominar batalla, puesto que tenia hombres numerosos y bien preparados, capaces de enfrentar ejércitos mucho más poderosos que los pequeños ejércitos locales cuasi privados. Posterior a la victoria y a modo de lección, Fakhreddin II movió todas las piedras necesarias desde Akkar para reconstruir todo lo que los Sífa habían derrumbado en su ausencia en Monte Líbano, así lo hizo, fue un mensaje claro y potente para el resto.

Después de su regreso, de recuperar su territorio y ensanchar la geografía, puesto que los jefes locales no querían enfrentarlo, el príncipe fue admitido en la propia Estambul, pues el Imperio Otomano tenía mayores emergencias que atender, la mayor de ellas era que los persas se acercaban a su frontera oriental y no era tiempo de atender asuntos internos, requerían con urgencia estabilizar todas las situaciones dentro de sus dominios, en un movida estratégica formidable, Fakhreddin II aprovechó las circunstancias a su favor, paso de ser en poco tiempo, un perseguido a un líder reconocido y respetado por su mayor enemigo, en su propio territorio.

Mapa actual de la república libanesa

Para evitar una posible guerra con Fakhreddin, los otomanos ofrecen negociar y en el proceso le otorgan dos nuevos condados, que estaban bajo la administración de Mustafá Basha, príncipe de Damasco, y además lo reconocen como gobernador desde la frontera con Egipto hasta Turquía, un enorme territorio que abarcaría hoy día a 6 países, sin embargo el príncipe de Damasco, se opone a entregar los dos condados otorgados a Fakhreddin, se hizo el llamado a la batalla para resolver el asunto por la fuerza.

El 31 de Octubre de 1622 se encuentran los dos ejércitos en la localidad de Anjar, al este del Líbano, el ejército de Fakhreddin II se componía de 4.000 hombres y el del príncipe Basha de 12.000 hombres, pero la estrategia militar, el factor sorpresa, la astucia, y la iniciativa de los libaneses fueron determinantes al marcar el resultado exitoso y avasallante para el gran emir Fakhreddin ibn Maan II, superados en número, eliminaron la mayor ventaja del enemigo con genio militar, tanto en la arena política como en el campo de batalla, el emir era indetenible, hasta el mayor y más sanguinario imperio, había cedido ante él.

Ruinas de Anjar.

Fakhreddin II, considerado “reconstructor del Líbano nuevo” en su estructura socio-geográfica y, la batalla de Anjar representa históricamente el acto que revivió el espíritu resistente y nacionalista de los libaneses y  emprendió una carrera independentista que habría de costarle miles de mártires al pueblo libanés por más de 400 años de ocupación Otomana.

No exagero al afirmar, que, sin Fakhreddin II, probablemente no existiría el Líbano como nación, y más importante aún, como identidad.

Roger Saliba Alam.

Roger K. Saliba

Emprendedor y empresario libanovenezolano.

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